sudeditorial de El Deber que pone en evidencia la creciente corrupción de un régimen que ha perdido la brújula y marcha contra el reloj del tiempo y del espacio político...
Nada más que la corrupción?
Marcelo Rivero
A fines de marzo el partido de gobierno recordó 14 años de fundación, señalando el periodismo que el acontecimiento estaba empañado por los hechos de corrupción a los que incluso se calificó de ‘presuntos’, como que si el contrabando que es tanto o más intenso que en regímenes anteriores y el escándalo en YPFB como pocas veces se había visto -entre lo más nuevo y saliente-, estuviesen en duda o fuesen cuento del gallo nigüento.No señor, los masistas están condenados a celebrar la creación de su partido recordando las circunstancias más aciagas para la patria que ellos protagonizaron desde que surgieron en la política nacional, una poderosa razón para que Bolivia siga a los tumbos, caminando como el cangrejo, cada vez más dividida, cada vez más pobre -en medio de sus riquezas que es lo triste-, cada vez más sometida a la voluntad dictatorial de unos pocos, cada vez menos confiable. Esto último, la desconfianza que se traduce en falta de garantías, es punto menos que mortal para el país porque los inversionistas nacionales y extranjeros dejaron de poner capitales con los cuales marchan el agro, las fábricas, los negocios, ¡el petróleo y las minas!; porque los turistas se van de paseo a otras naciones donde dejan cifras multimillonarias; porque tantas personas que deben venir con motivos familiares, culturales, científicos, deportivos, etc., se abstienen de hacerlo temerosas de que algo grave y hasta fatal les pase, por lo menos quedar varados en caminos, ferrovías y aeropuertos por bloqueos, huelgas, cercos y reyertas que los adeptos al partido de gobierno propiciaron y de los que son auténticos campeones. Tan campeones son de estas medidas de fuerza que así, en los hechos, se catapultaron al poder cuando en Sucre cuatro gatos a punta de algazaras y dinamitazos no permitieron la sucesión presidencial como mandaba la ley. Envalentonados por semejante logro, a partir de allí acentuaron las manifestaciones, las marchas y los bloqueos de caminos -que destruían con derrumbes a punta de más dinamita-, fueron ganando el favor de un pueblo frustrado y terminaron adjudicándose unas elecciones por aquel tiempo todavía democráticas. Esa democracia que los llevó al poder es la que ahora el masismo tiene convertida en estropajo, desconociendo los derechos humanos más elementales, asimismo los de las regiones, provocando enfrentamientos fratricidas, imponiendo sus caprichos por la fuerza porque, al estilo de sus amos de Cuba y Venezuela, han convertido a instituciones tutelares en sus obedientes servidoras. De manera entonces que no sólo es la corrupción la que empañó dicha conmemoración. También estigmatiza el prebendalismo, la injusticia, el contrabando, el nepotismo y lo ya mencionado líneas arriba que tiene flor de corona: un totalitarismo para el oprobio.
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