Alfonso Gumucio de visita en La Paz, ha sido testigo de lo sucedido en el último asedio a la Embajada norteamericana. Con un juicio acertado y contundente califica de otra metida de pata la cometida por el ministro Rada y rememora varios episodios que están mostrando los desaciertos del responsable de la seguridad. Si bien lo sucedido tuvo por escenario la Sede de Gobierno, los pobladores de Cochabamba han seguido con detalle el acontecimiento y tienen un criterio global que los llevará en su momento a rechazar la doble moral con que se viene actuando.
Varios centenares, quizás miles, de pobladores de El Alto bajaron a la ciudad de La Paz con la intención declarada de “quemar la Embajada de Estados Unidos”. Un dispositivo policial impidió que esto ocurriera; hubo gases, pero ni un solo herido. La situación fue controlada y a eso de las 3 de la tarde, cuando pasé por allí, no quedaba ni un solo manifestante. En la noche, las noticias daban cuenta de que el Ministro de Gobierno, Alfredo Rada, había decidido destituir al jefe de la policía por haber reprimido a los manifestantes, es decir, por haber impedido que tomaran el edificio de la representación gringa.
Quienes han leído mis artículos de toda la vida y quienes conocen mi posición política, saben perfectamente que no guardo la menor estima por el gobierno de Estados Unidos, y menos por la administración de George W. Bush, cuyas acciones imperiales en el mundo entero son nefastas. Me importa un pepino lo que pase con el bunker que los gringos han construido en San Jorge, pero por otra parte me parece un enorme despropósito del Ministro de Gobierno sancionar a la policía por cumplir con su deber, y una enorme hipocresía del gobierno actuar a través de los pobladores de El Alto en lugar de tomar acciones diplomáticas.Si el gobierno quiere enviar una señal de protesta a Estados Unidos, tiene varias opciones: romper relaciones diplomáticas con ese país, expulsar al embajador o por lo menos llamar al embajador boliviano en Washington. Esos serían los canales adecuados, todo lo demás es un juego demagógico, palabrería sin contenido y acciones de hipocresía, como la de soliviantar a los pobladores de El Alto para que “incendien” la delegación diplomática. El meollo aparente de este incidente es la decisión de Estados Unidos de otorgar asilo político al ex Presidente Sánchez de Lozada y al ex Ministro de Gobierno Sánchez Berzaín. El gobierno dice que se acaba de enterar de que el asilo fue concedido hace un año, lo cual es francamente poco creíble. Si el juicio que se sigue a los ex funcionarios fuera una prioridad parta el gobierno del MAS, evidentemente que el Embajador de Bolivia en Washington tendría la responsabilidad de seguir de cerca el proceso, en lugar de perder el tiempo agitando su melena en recepciones diplomáticas.Lo cierto es que el juicio no es ninguna prioridad para el gobierno, todo lo contrario. El gobierno está desesperado por reconstruir alianzas políticas, y el MNR es uno de los pocos partidos que le está siguiendo el juego. El gobierno necesita del MNR, y es por eso que todo el planteamiento del juicio contra los dos Sánchez es un despropósito. Primero, porque la acusación de “genocidio” es una manera de impedir que el juicio se lleve a cabo, ya que esa tipificación de delito bastaría, según normas internacionales, para desestimar la acusación. La definición de genocidio –fácil de encontrar en cualquier diccionario- no tiene nada que ver con los enfrentamientos y la masacre de pobladores alteños. En segundo lugar, incluir en el juicio a todos los ministros del gabinete de Sánchez de Lozada, es otra manera de diluir las responsabilidades y de alejar al infinito la posibilidad real de que ese juicio de responsabilidades se lleve a cabo alguna vez. La verdad es que al gobierno no le conviene llevar adelante el juicio porque perdería su posibilidad de aliarse con el MNR. Todo lo demás es simple y llanamente discurso demagógico. Lo que ha sucedido esta semana es otra muestra de la hipocresía gubernamental. La destitución del jefe de la policía por haber actuado protegiendo la delegación diplomática constituye un absurdo y una metida de pata más en la larga lista que cada semana comete el gobierno. Y parece que el Ministro Rada es ahora el campeón de las metidas de pata, superando al Canciller Choquehuanca y al propio Presidente de la República. La semana anterior este mismo Ministro de Gobierno tuvo la brillante idea en su cabecita de chorlito, de enviar a un comando de encapuchados para secuestrar a un ciudadano en Sucre, sin mandamiento de apremio, sin orden judicial, nada. A los dos días tuvo que soltarlo y el ciudadano regresó a Sucre y fue recibido como un héroe, a pesar de tratarse de un conspirador y agitador notorio. El gobierno tendrá que agradecerle al Ministro Rada por haber logrado que la opinión pública de Sucre se polarice aún más en contra del gobierno, cuando pocos días antes la reflexión sobre los hechos bochornosos del 24 de mayo estaba contribuyendo a pacificar la región. Estuve en Sucre durante esa semana, y lo que pude constatar antes del secuestro es que por lo menos una parte de la población se sentía avergonzada por lo que había sucedido con los campesinos que fueron desnudados y humillados en plena plaza central de la ciudad, mientras las cámaras de televisión transmitían esas imágenes vergonzosas de racismo y discriminación al mundo entero. El estigma que quedó en el espíritu de la población sucrense fue enorme. Las personas con las que hablé se apresuraban a censurar los hechos, a desmarcarse de la violencia ejercida “por un pequeño grupo de exaltados”. En un acto público al que asistí, el Presidente del Concejo Municipal, Fidel Herrera, declaró que las autoridades municipales habían sido las primeras en censurar y pedir disculpas por los hechos acaecidos.Así estaban las cosas cuando el Ministro Rada no tuvo mejor idea que enviar a un grupo de encapuchados para cometer un secuestro. Sólo por eso, Rada debería renunciar, debería ser juzgado, porque lo menos que podemos esperar de un Ministro de Gobierno en democracia, es que respete las leyes, y él no lo hizo. Rada actuó como Ministro de Gobierno de una dictadura, quizás porque su personalidad en realidad corresponde mejor a ese perfil, o quizás porque sencillamente su cerebro no le da para medir las consecuencias de sus actos. Hay que prestarle alguna neurona para que piense, porque le está haciendo daño al proceso.No ha pasado ni una semana, y vuelve a cometer un error garrafal que debería costarle el puesto, si es que el Presidente de la República fuera más coherente en sus amores y desamores. Un nuevo cambio en la comandancia de la policía es una prueba más del poco respeto que tiene el gobierno por las instituciones. El Ministro Rada trata a la policía como a su chola, hace lo que le da la gana con los mandos. La policía se suma así a la larga lista de instituciones que han sido vejadas y desmanteladas por el gobierno del MAS. (El artículo ha sido originalmente publicado por Bolpress. N. del E.)
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