La Bolivia de los “Pari”
Juan Franz Pari Mamani robó al menos Bs 37,6 millones durante ocho meses cuando se desempeñaba como ejecutivo en la agencia de Batallas del tercer banco con mayor patrimonio del país. Sin el título profesional que presumía tener, este bachiller de 27 años ascendió raudamente de cajero a encargado de operaciones de la sucursal de la entidad mayoritariamente estatal. Ahí el primer engaño, del que, por lo visto, nadie se percató.
Con el dinero de sus fechorías en el Banco Unión pagó una noche una cuenta de Bs 17.000 en un restaurante top de Santa Cruz. Su amante relató que no tenía tarjeta de crédito y que hizo compras en efectivo por $us 2.000 un día en un centro comercial. En pocos meses mostró su “buen gusto” adquiriendo vehículos lujosos y regalando a su entorno afectivo otros autos recién importados, según los testimonios de la investigación. Viajó con frecuencia de La Paz a Santa Cruz en avión para encontrarse con su ‘amada clandestina’ en un hotel de cinco estrellas de Equipetrol y financiarle una parte importante de su costoso presupuesto mensual. La joven también mostró rápidamente su sagacidad para los negocios, consiguiendo adjudicarse con extrañas empresas contratos municipales y la venta de repuestos. Pari aspiraba a ser inversionista y montó incipientes emprendimientos mientras se robaba millones, sin que aparentemente sus superiores se dieran cuenta. Entre tanto, sus amigos y parejas disfrutaban con él de la “vida loca” que transmitía descaradamente por su cuenta de Facebook.
Le encantaba el despilfarro y hacer alarde público de él, en una sociedad que cada vez se cuestiona menos sobre cómo alguien asalariado sostiene un estilo de vida con tanto derroche. Al contrario, parece que hemos retornado a un peligroso momento de descomposición moral, como el que vivió Bolivia con el narcotráfico en los años 80, en el que cualquiera nos deslumbraba con sus excentricidades y sus billetes de origen dudoso. Pasar de la complacencia a la admiración de estos personajes de la vida fácil es la más oscura señal de una realidad preocupante. El contagio es lo más alarmante, en una sociedad que rinde pleitesía a la “viveza criolla”· y que, por el contrario, se burla del que trabaja honestamente y de sol a sol para progresar.
Parece una tontería alinearse en el grupo de los sacrificados de la vida dura y transparente. En cambio, resulta una hazaña acumular dinero en el tiempo más corto y de la manera más hábil y dolosa en una comunidad que elogia el ascenso social a como dé lugar. La creciente frivolidad y el adulo al capital sin conocer su origen incentivan la vigencia y la proliferación de los Pari en nuestros barrios, en nuestra política y hasta en nuestras instituciones. Hace falta una vez más un fuerte campanazo a nuestras conciencias para que volvamos en sí y recuperemos el valor de condenar a los “nuevos ricos” que hacen de las suyas por las calles del país.
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