Crisis solo para los ciudadanos
El episodio ocurrido el pasado lunes en la Cámara de Diputados, más concretamente, el duelo verbal entre el vicepresidente y la diputada opositora Norma Piérola, es muy significativo porque muestra de cuerpo entero al Gobierno del MAS. Ayer, por ejemplo, en este mismo espacio, sacábamos conclusiones acerca del papel de la mujer en la política, a raíz del trato humillante que sufrió la parlamentaria de un régimen que actúa sin disimulo. Hoy hablaremos de la conducta de las autoridades en relación a los recursos del Estado y especialmente del derroche y la discrecionalidad con la que se dispone del dinero y los bienes que son de todos y que deben ser utilizados con transparencia y racionalidad.
El vicepresidente actuó con mucha soltura ese día al ofrecerle a la diputada un avión para hacer de manera inmediata un recorrido que ayude a determinar si existen o no bases militares en el territorio. La seguridad con la que habló el segundo mandatario dice mucho de la libre disponibilidad que tienen los funcionarios para disponer de los bienes públicos, sin apelar a ningún mecanismo legal, trámite, autorización y por supuesto, sin respaldar la utilidad o el beneficio.
Eso lo podemos ver todos los días por la televisión estatal, cuando observamos a las autoridades moverse de un lado a otro, en grandes caravanas que seguramente le cuestan millonadas al Estado en viáticos, en combustible, logística y cientos de horas de transmisión en vivo. Al presidente lo vemos hoy en un pueblo rural, mañana en Cuba y al día siguiente en Venezuela sin ningún justificativo, aunque la ciudadanía sabe muy bien las millonadas que nos cuestan a todos, las innumerables horas de vuelo de aquel avión tan costoso en el que se transporta.
Cuando se dan situaciones de emergencia en el país, nos enteramos del engorroso papeleo que se requiere para disponer de recursos extraordinarios, de los trámites que se deben hacer para pagarles la gasolina extra a los aviones y los militares ponen una y mil trabas para sacar sus naves de los hangares. ¿Se hace lo mismo cada vez que se producen los sistemáticos acarreos de dirigentes al TIPNIS, donde los helicópteros surcan los aires como si fueran mosquitos, haciendo politiquería de la más artera?
Estos temas deben ser discutidos a fondo en estos días, sobre todo después de conocer que enfrentaremos el cuarto año de déficits en el gasto público y en la balanza comercial; cuando sabemos que el año 2017 es el de más bajo crecimiento de la década; tras saber que Brasil seguirá disminuyendo las compras de gas y que el panorama se pinta sombrío para las exportaciones, tanto las de minerales y energía como las no tradicionales.
El Gobierno está sintiendo estos embates de la crisis, pero caprichosamente se niega a hacer austeridad, a reducir el gasto y eliminar el copioso derroche y en cambio busca cómo trasladar la carga pesada a los ciudadanos, con incrementos en la electricidad y ahora con aumentos en las tarifas del gas para las industrias, lo que significa un seguro aumento en el precio final de numerosos artículo de consumo masivo.
El Gobierno está sintiendo estos embates de la crisis, pero caprichosamente se niega a hacer austeridad, a reducir el gasto y eliminar el copioso derroche y en cambio busca cómo trasladar la carga pesada a los ciudadanos.
El vicepresidente actuó con mucha soltura ese día al ofrecerle a la diputada un avión para hacer de manera inmediata un recorrido que ayude a determinar si existen o no bases militares en el territorio. La seguridad con la que habló el segundo mandatario dice mucho de la libre disponibilidad que tienen los funcionarios para disponer de los bienes públicos, sin apelar a ningún mecanismo legal, trámite, autorización y por supuesto, sin respaldar la utilidad o el beneficio.
Eso lo podemos ver todos los días por la televisión estatal, cuando observamos a las autoridades moverse de un lado a otro, en grandes caravanas que seguramente le cuestan millonadas al Estado en viáticos, en combustible, logística y cientos de horas de transmisión en vivo. Al presidente lo vemos hoy en un pueblo rural, mañana en Cuba y al día siguiente en Venezuela sin ningún justificativo, aunque la ciudadanía sabe muy bien las millonadas que nos cuestan a todos, las innumerables horas de vuelo de aquel avión tan costoso en el que se transporta.
Cuando se dan situaciones de emergencia en el país, nos enteramos del engorroso papeleo que se requiere para disponer de recursos extraordinarios, de los trámites que se deben hacer para pagarles la gasolina extra a los aviones y los militares ponen una y mil trabas para sacar sus naves de los hangares. ¿Se hace lo mismo cada vez que se producen los sistemáticos acarreos de dirigentes al TIPNIS, donde los helicópteros surcan los aires como si fueran mosquitos, haciendo politiquería de la más artera?
Estos temas deben ser discutidos a fondo en estos días, sobre todo después de conocer que enfrentaremos el cuarto año de déficits en el gasto público y en la balanza comercial; cuando sabemos que el año 2017 es el de más bajo crecimiento de la década; tras saber que Brasil seguirá disminuyendo las compras de gas y que el panorama se pinta sombrío para las exportaciones, tanto las de minerales y energía como las no tradicionales.
El Gobierno está sintiendo estos embates de la crisis, pero caprichosamente se niega a hacer austeridad, a reducir el gasto y eliminar el copioso derroche y en cambio busca cómo trasladar la carga pesada a los ciudadanos, con incrementos en la electricidad y ahora con aumentos en las tarifas del gas para las industrias, lo que significa un seguro aumento en el precio final de numerosos artículo de consumo masivo.
El Gobierno está sintiendo estos embates de la crisis, pero caprichosamente se niega a hacer austeridad, a reducir el gasto y eliminar el copioso derroche y en cambio busca cómo trasladar la carga pesada a los ciudadanos.
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