Elecciones en Venezuela
Con cada día que pasa, cobra más importancia el apoyo internacional a un proceso pacífico de transición, al que todos los países de la región, incluido el nuestro, deberían aportar
Con el alineamiento interno e internacional tras la realización de elecciones generales, es de esperar que la cúpula militar-familiar que gobierna Venezuela, salvo que esté dispuesta a ir a una guerra civil, dé un paso al costado.
Como de alguna manera ya se había anticipado, la propuesta de que en Venezuela se convoque a elecciones generales es el único recurso que puede evitar que la violencia con la que el Gobierno responde a las diarias movilizaciones ciudadanas se convierta en abierta conflagración civil.
Tras esa propuesta se encuentran la mayoría de los países de la región, la Unión Europea y EEUU, y en los últimos días la han hecho suya el Vaticano y el expresidente de Colombia Samper quien como representante de Unasur y junto a colegas de España, Panamá y El Salvador realizaron sostenidos esfuerzos para que Gobierno y oposición alcancen un acuerdo de paz.
Con ese alineamiento es de esperar que la cúpula que gobierna Venezuela comprenda que debe dar un paso al costado y avenirse a acordar una agenda que, a corto plazo, permita la realización de elecciones libres, plurales y transparentes, de manera que sea la ciudadanía la que elija mediante el voto a quienes considere que pueden enfrentar la profunda crisis integral que atraviesa su país.
No será una tarea fácil, pues que se realicen elecciones libres implica la organización de un Consejo Electoral con personalidades que generen confianza en la gente, la liberación de los presos políticos, el levantamiento de las injustificadas inhabilitaciones a una serie de líderes de la oposición y de gremios sociales y aceptar un programa de emergencia de ayuda humanitaria a la población venezolana, fundamentalmente de alimentos y medicamentos.
Desde otro enfoque, es de esperar que el Gobierno de nuestro país revise su política de apoyo incondicional al régimen venezolano, partiendo del hecho de que es muy difícil que, a estas alturas de esa gestión, puedan tener coincidencia ideológica alguna. Quienes se aferran al poder en Venezuela han ingresado en una etapa radicalmente autoritaria, basada exclusivamente en el estamento militar y en fuerzas paramilitares cada vez más “lumpenizadas”, y con una tendencia corporativa-fascista que se traduce en su propuesta de elección de una nueva Asamblea Constituyente.
Es decir, mantener un irrestricto apoyo a este tipo de acciones y propuestas podría convertirse en un elemento de deslegitimación interna que poco bien les haría a las propias autoridades y a la propuesta política que enarbolan, pues lo único que podría ser considerado como común sería la irrefrenable ambición de perpetuarse en el goce del poder.
Pese a que, como se ha señalado en diferentes espacios de debate, es muy difícil explicar cómo el régimen venezolano se mantiene en el poder, las probabilidades de que llegue a su fin crecen día que pasa, y es probable aventurar la hipótesis de que un factor importante que lo apuntala es que su desaparición, si no se adoptan decisiones de orden internacional claras, podría generar una crisis incontrolable en algunos países del Caribe y Centroamérica, a los que Venezuela ayuda con petróleo.
Por ello, cobra más importancia aún el apoyo internacional a un proceso pacífico de transición, al que todos los países de la región, incluido el nuestro, deberían aportar.
Con el alineamiento interno e internacional tras la realización de elecciones generales, es de esperar que la cúpula militar-familiar que gobierna Venezuela, salvo que esté dispuesta a ir a una guerra civil, dé un paso al costado.
Como de alguna manera ya se había anticipado, la propuesta de que en Venezuela se convoque a elecciones generales es el único recurso que puede evitar que la violencia con la que el Gobierno responde a las diarias movilizaciones ciudadanas se convierta en abierta conflagración civil.
Tras esa propuesta se encuentran la mayoría de los países de la región, la Unión Europea y EEUU, y en los últimos días la han hecho suya el Vaticano y el expresidente de Colombia Samper quien como representante de Unasur y junto a colegas de España, Panamá y El Salvador realizaron sostenidos esfuerzos para que Gobierno y oposición alcancen un acuerdo de paz.
Con ese alineamiento es de esperar que la cúpula que gobierna Venezuela comprenda que debe dar un paso al costado y avenirse a acordar una agenda que, a corto plazo, permita la realización de elecciones libres, plurales y transparentes, de manera que sea la ciudadanía la que elija mediante el voto a quienes considere que pueden enfrentar la profunda crisis integral que atraviesa su país.
No será una tarea fácil, pues que se realicen elecciones libres implica la organización de un Consejo Electoral con personalidades que generen confianza en la gente, la liberación de los presos políticos, el levantamiento de las injustificadas inhabilitaciones a una serie de líderes de la oposición y de gremios sociales y aceptar un programa de emergencia de ayuda humanitaria a la población venezolana, fundamentalmente de alimentos y medicamentos.
Desde otro enfoque, es de esperar que el Gobierno de nuestro país revise su política de apoyo incondicional al régimen venezolano, partiendo del hecho de que es muy difícil que, a estas alturas de esa gestión, puedan tener coincidencia ideológica alguna. Quienes se aferran al poder en Venezuela han ingresado en una etapa radicalmente autoritaria, basada exclusivamente en el estamento militar y en fuerzas paramilitares cada vez más “lumpenizadas”, y con una tendencia corporativa-fascista que se traduce en su propuesta de elección de una nueva Asamblea Constituyente.
Es decir, mantener un irrestricto apoyo a este tipo de acciones y propuestas podría convertirse en un elemento de deslegitimación interna que poco bien les haría a las propias autoridades y a la propuesta política que enarbolan, pues lo único que podría ser considerado como común sería la irrefrenable ambición de perpetuarse en el goce del poder.
Pese a que, como se ha señalado en diferentes espacios de debate, es muy difícil explicar cómo el régimen venezolano se mantiene en el poder, las probabilidades de que llegue a su fin crecen día que pasa, y es probable aventurar la hipótesis de que un factor importante que lo apuntala es que su desaparición, si no se adoptan decisiones de orden internacional claras, podría generar una crisis incontrolable en algunos países del Caribe y Centroamérica, a los que Venezuela ayuda con petróleo.
Por ello, cobra más importancia aún el apoyo internacional a un proceso pacífico de transición, al que todos los países de la región, incluido el nuestro, deberían aportar.
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