“¡No te vayas, papá, no te vayas! Te necesitamos por siempre aquí en la tierra, por favor no te vayas… Está bien, está bien, Gabriela. Yo no pienso en irme; sólo el imperio me quiere desalojar, como lo ha hecho con Dilma y con Cristina, y como pretende hacerlo también con Nicolás; pero yo no le voy a dar gusto. Ya sabes, he venido a quedarme. No te desesperes, no llores...”.
Cuando desperté, había estado entre una muchedumbre que deliraba gritando el nombre del jefazo. Medio inclinado sobre una banqueta rústica me había quedado dormido. Y creo que de algún modo, entre el sopor y la vigilia, se traslapaba la realidad con el sueño. La estridencia de las palmas terminó por despertarme, y entonces vi lo que pasaba: En medio de la eufórica algarabía de la gente, la presidenta de los diputados seguía hablando.
Un gran cartel al frente decía: “XII Congreso Ordinario de la Federación Campesina de Mujeres del Trópicos de Cochabamba”. ¡Ah de eso se trata! Y qué más, dale sin tregua con la sin hueso, doñita. Yo también, para no desentonar, batiré palmas furiosamente, como si fuera un beneficiario más que clama al Evo. “Y así como les decía, hermanas y hermanos, no es posible encontrar en toda la faz de la tierra un líder de su talla; sólo cada 100 o 150 años aparece como por milagro en los pueblos. Por eso es insustituible, único. Lo necesitamos muchos años más, necesitamos de su visión política. Por él, nosotras las mujeres, somos capaces de dar la vida”.
Alguien nos dijo que somos un pueblo pasional. Aun tratándose de gente instruida, que ha pasado por todos los niveles escolares, lo que menos demuestra es la capacidad para razonar. En cambio, nos encendemos con facilidad; somos “termocéfalos” (cabeza calientes). Tamayo en su Creación de la Pedagogía Nacional anotó atisbos psicológicos sorprendentes; él ha dicho que nos mueve una gran fuerza emocional; pero nos falta desarrollar la razón que oriente con lucidez nuestras vidas. Hoy, en 2016, está en auge la anomia social, con gente que no vacila en ignorar la ley toda vez que estorba sus ambiciones.
Volvamos al tema. Cuando la facundia se desata, no hay cómo pararla; es una patología atroz e indomeñable. A la oradora del trópico se le dio por hablar hasta por los codos. Y habló. Expuso una interesante teoría de la mentira de patas cortas; como la corrupción del Fondioc, como la “cara conocida” de la otra Gabriela o como la conspiración de algunos medios de prensa. Añadió que también otros traman golpes de Estado, pero que éstos no tienen ni patas. Por lo que los tienen sin cuidado.
¿Guerra sucia? Dicen que “no hay que mentar la soga en la casa del ahorcado”. Así debe de ser. Los más de los políticos no saben de otra clase de guerra. Si supieran, dejarían de ser políticos. No llegarían a ser Gobierno nunca.
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