Hace unos días, entre el jueves 23 y el domingo 26 pasados, se ha llevado a cabo en San Salvador la XXII versión del Foro de Sao Paulo. El encuentro pasó desapercibido, sin ninguna repercusión importante en los medios de comunicación continental y ni siquiera los Gobiernos que más se identifican con sus postulados hicieron algo para darle por lo menos algo de la relevancia que tuvo en otros tiempos.
No es casual que así haya sido, pues cualquier balance de los 26 años transcurridos desde la fundación del Foro de Sao Paulo arroja un saldo lapidario para los partidos y movimientos sociales de izquierda que en 1990 lo fundaron.
Hay que recordar al respecto que el Foro fue fundado a instancias de Fidel Castro pocos meses después del triunfo electoral de Lula da Silva y el Partido de los Trabajadores (PT), para reunir “todas las fuerzas de izquierda, progresistas y populares de América latina y el Caribe” para fomentar “la unidad, el diálogo y el análisis de la nueva realidad”.
Ese año, el único partido de izquierda que gobernaba un país latinoamericano era el Partido Comunista de Cuba. Eran los años del auge del Consenso de Washington, cuando todavía no se despejaba la polvareda que dejó el desmoronamiento del Muro de Berlín.
El I Foro de Sao Paulo fue tan exitoso que alrededor de él se aglutinaron las más importantes organizaciones de izquierda de un extremo a otro de Latinoamérica abarcando un espectro muy amplio: desde el PC Cubano hasta los más moderados partidos socialdemócratas del continente.
El triunfo de Lula en Brasil fue seguido por el de Chávez, en Venezuela y tras él se produjo una avalancha de éxitos de los partidos miembros del Foro de Sao Paulo. Tanto que 20 años después de su creación, y hasta hace pocos meses, 12 países latinoamericanos eran gobernados por alguno de ellos. Y en los demás, su influencia era indiscutible.
Pocos meses han sido suficientes para que del apogeo se pase a una especie de crisis terminal. Y no por una eficaz ofensiva del “imperialismo, la derecha y los medios de comunicación”, como insisten en afirmar los ideólogos más dogmáticos y reacios a la autocrítica, sino por la deslegitimación causada por la corrupción desenfrenada y la incapacidad para administrar con eficiencia los recursos públicos, entre muchas formas de impostura y deshonestidad.
Sin embargo, y pese a lo grave que es la serie de derrotas sufridas por la izquierda latinoamericana, la dimensión política del penoso desenlace de 26 años del Foro de Sao Paulo resulta opacada frente a su dimensión ética, pues la fatal combinación entre corrupción y abuso de poder ha infligido un daño irreparable a las históricas banderas de la izquierda latinoamericana.
En ese contexto, hechos como el restablecimiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, la paz alcanzada en Colombia, el inminente colapso del chavismo en Venezuela, entre otros igualmente significativos, son suficientes para explicar la diferencia entre el I Foro de Sao Paulo y su XXII versión, la de San Salvador.
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