Dejó de existir un caballero de honor, un laborioso ser humano comprometido con los requeridos de salud. Tenía sus años maduros y el cuerpo raído de tanto trabajar, sin medida, sin reposo; un típico labrador de actividades superiores en los quirófanos de Cochabamba.
Atesoraba una ejemplar hoja de vida. Estudiante de medicina y egresado en la Promoción 1951 de la facultad de San Simón donde se distinguieron médicos de connotado prestigio. Formado en Anestesiología en los EEUU de Norteamérica en el mejor centro quirúrgico, retornó a la Patria y a nuestro valle como un pionero de la anestesiología moderna y con él llegó el sofisticado equipo Drager que solamente él, junto al Dr. Jaime Rollano Uribe, supieron manejar en bien de todos los pacientes.
Conoció así, desde la década del 60 hasta el presente, dos generaciones de cirujanos en los distintos medios hospitalarios regionales, el hospital Viedma, las clínicas privadas, la CNS donde contribuyó a consolidar los fundamentos de la modernidad científica en el hospital No 2 de la Muyurina, luego en el Km 5, como jefe de Quirófano, y en todo lugar se distinguió como el mejor profesional en todos los sentidos. Jamás se encontrará otro médico tan laborioso, eficiente y generoso. Benefactor de gente humilde no le importaron jamás los “honorarios”, privilegiaba la prontitud del servicio, la calidad técnica de la anestesia adecuada a cada requerimiento y a la necesidad quirúrgica. Mientras desarrollaba todo un proceso cuidadoso de atención especializada, departía con los cirujanos animada y profunda relación humana. Así ganó la amistad y el afecto de todos los colegas que solicitaron su servicio, porque ingresaba a la intimidad del paciente, de los médicos actuantes, y con notoria serenidad los animaba a proseguir superando los problemas más difíciles.
Hermano René del Barco, tendría que relatar miles de anécdotas, alegrías y tristezas fraternales, por eso canto con pesar tu despedida y el corazón también quiere partir contigo. Cuando se adelantó el otro hermano Carlos Cavero, no pudimos soportar los pesares de su entierro, y con Juanito Abujder, tú y yo apenados de infinito, decidimos alejarnos para beber sin medida en honor del muerto amado, tratando de olvidar la pena amarga y de ahogar en alcohol el odio a la disolución final de la materia. Hoy no existes tú, ni Juanito para repetir el mismo gesto; más, querido colega, ya estoy embriagado de tristeza y desfallezco de dolor espiritual por tu partida. Te evoco pleno, encantado, degustando la música selecta, entusiasta hasta el último recodo del camino, elaborando biografías médicas, recordando afectos, comprometido con el milagro de la vida; amando y admirando los triunfos de los tuyos. Finalmente, cumpliendo tu misión y expresando tu palabra sublimada.
Porque te amé en la pureza de tu perfil de hombre maduro, en tus palabras de amistad selecta, en tu mirada verde oliva, en tu raíz humana, en tu ternura de bondad suprema. Es preciso decirte: ¡Hasta pronto! Estarás ausente, no muy lejano, pues queda tu alma vibrando entre nosotros, jugueteando en la intimidad de los coloquios, especulando crítico los yerros de la política doméstica, degustando relatos sabrosos de nuestra sociedad pacata. Te despido con el amor más cierto, aplaudiendo tu triunfo, René del Barco, proletario del quirófano, cruzado del amor, defensor del milagro de la vida, benefactor sublime. Descansa en paz.
1 comentario:
A una persona tan merecedora de agradecimientos Dios lo tendra en su Divina Gloria, lejos de los sufrimientos terrenales, que Descanse En Paz Dr. René del Barco.
Publicar un comentario