En Mojocoya, Morales reconoció ser perecedero. Al menos, valga para su descargo, no se largó a llorar como el de Venezuela, Bolívar sollozante, nueva máter dolorosa para el pueblo tan plagado de pamplinas.
Pero que el deseo de eternizarse, quedarse para siempre, es obvio ni decirlo se necesita. Y a eso va la cumbre de la OEA en Tiquipaya, a tratar de recuperar un aura que parece un eclipse ahora y no el luminoso círculo que cargan consigo los santos.
Se discute qué se dará a beber a los representantes de América. Coca Cola es la bebida aceptada de manera universal en conferencias, y los comunistas chinos son particularmente afectos a ella, y al dinero, más que a cualquier doctrina o al librillo que les enchufó por todo lado el hace mucho desenmascarado camarada Mao. Coca Cola será, aunque mande a los diplomáticos camino del baño, urgidos por sus cualidades de plomería que el Bienamado descubrió.
Tiquipaya I resultó un fraude de proporciones. Reunión en que Evo Morales juró que iba a dictaminar el futuro del milenio para el mundo.
Le creyeron grupúsculos pagados de semi-místicos con acento porteño, que no saben distinguir entre colores, y las bartolinas que devoraban pollos en platos de plastoformo, acción que de ser cierto lo que el Bienamado dictaminó debía haber conducido al puterío indistinto, a la calvicie y a tantas patrañas que se esputan en este pobre pueblo al borde de la intemperie y del abismo. Cabe recordar que los revolucionarios de entonces, comían y cagaban, características mayores de nuestra cultura nacional, sin arbitrio, arrojando los desperdicios al borde del río muerto que cruza la villa. Y viva el medioambiente.
Veremos lo que dictaminan los grupos de estudio de esta nueva Tiquipaya. Los interculturales de Chapare están dudando entre mandar de representante al Chapo o a algún luso parlante del Comando Vermelho. Lo merecen siendo ellos lo más preclaro de nuestra identidad.
Estamos ante una gran disyuntiva ahora, luego de Mojocoya, si el Bienamado no podrá gobernar por los 500 años que ya decidió se quedan, quién lo hará. No veo rastros de que se esté formando una novel intelligentsia boliviana, menos una plurinacional. Qué galería de notables van dejando para la historia, ¿Fidel Surco? Pregunta ni siquiera con interrogantes. No caben ante el yermo, el desierto más inútil de nuestra malograda y viciosa historia.
En Tiquipaya, otra vez, se ha de perder el tiempo. No existe ni siquiera la habilidad de Catalina la Grande de construir maravillosos pueblos en decorado, para el paso de los visitantes, como describe Herzen. Pero, y no hay que hacerse ilusiones, los delegados de los otros países, muchos de ellos afectos al desquicio que inauguró el llorón de Caracas, no cejarán, al menos mientras dure su presencia, en elogiar los avances de Bolivia y en dictaminar la divinidad de su cabeza. Política, o, como se afirma, no decir nada es la estrategia mejor para vivir hasta viejo.
Revisando nombres, situaciones, cargos, opiniones, logros de los miembros de paraíso pluriterrestre no encuentro un nombre, uno solo, que valga por todos los desmanes. Y si así, con este materialejo del que disponen, piensan quedarse cinco siglos, nos salve Dios o nos lleve el Diablo, porque estaremos indefensos ante la peor barbarie.
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