Pedagogía sobre desechos sólidos
Mauricio Aira
Nueva materia se incorpora en los planes educacionales de hoy en día, que tiene que ver con la conducta individual y colectiva hacia la conservación y mejor cuidado de la naturaleza. Las motivaciones que se dan para impartir dicha pedagogía son indiscutibles tienen que ver con el cambio climático, el exagerado consumo de combustibles no renovables, la indigestión provoca por alimentos “basura” cuya venta y consumo se estimula masivamente con una mastodóntica propaganda mediática.
Ha sido necesario que la humanidad padezca dos grandes guerras, que se derrumben imperios, nos referidos al Soviético y asistimos a los prolegómenos de la decadencia del capitalismo que adquiere diversas formas para sobrevivir. Que la serie en cadena de catástrofes naturalezas que le cuestan ingentes pérdidas en vidas humanas y recursos de toda clase, nos hagan pensar en la urgencia de cambiar de conducta ¡ya! ¡Sin demora y en forma drástica!
Incurrimos en nuevos errores, tomar la ecología como un añadido, bonito para predicar y hablar de cambio, y más al contrario continuamos con las prácticas depredatorias y perversas que marcan la autodestrucción del planeta según científicos y sabios nos lo previenen. Surgen preguntas personales, hasta donde estamos dispuestos a sacrificar nuestros hábitos de comer y beber aquello que criticamos. Porqué seguimos utilizando transporte privado en lugar del colectivo que ahorra energía y significa menor deterioro. ¿Hasta cuándo vamos a seguir ingiriendo medicamentos o fumando cigarrillos que son destructivos? No le damos importancia a la producción de basura innecesaria, su acumulación dentro y fuera de los hogares, lo nocivo de su manipuleo que a muy corto tiempo es fuente de epidemias, bacilos y bacterias, de crónicas enfermedades.
Envidiable la forma de educar al niño en Europa, Japón y otras regiones haciéndole ver lo incorrecto de arrojar la basura en cualquier sitio, o dejar restos de comida a la intemperie o descuidar el aseo personal, incluyendo el lavado frecuente de las manos que por desgracia están resultando ser la vía directa de contagio de las epidemias más comunes. Por ello esfuerzos colectivos que se vienen realizando como en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra de construir módulos escolares en que no falte el agua corriente, los desagües pluviales, luz y aire libre o sea los ambientes más aptos para la educación de niños y adolescentes son plausibles.
Si además en el nuevo concepto se busca que alumnos, padres de familia y por supuesto los educadores se involucren en la gestión del manejo de los residuos domiciliarios. El énfasis que está poniendo el sistema escolar para educar con experimentos colectivos y ejemplos vivos de una mejor convivencia con el medio ambiente es digno de todo aplauso.
Mucho habría que apuntar en cuando a la separación sistemática de los desechos que generalmente se agrupan en: plásticos, papel, vidrio, alimentos, metales y escombros. Si el educando aprende a seleccionar la basura, deponerla allí donde corresponde, la norma se hará permanente y de motu proprio hará lo mismo en el hogar, y más tarde en los ambientes laborales. Los recursos municipales tienen que emplearse en crear la estructura necesaria al principio modesta y que irá cubriendo progresivamente las necesidades de la comunidad, y en desarrollar campañas a todo nivel para que el ciudadano vaya tomando conciencia de su responsabilidad. Que hablar del medio ambiente hasta la saturación no basta, como sucede en los niveles del Régimen actual que festinatoriamente asume su rol medioambientalista pero que en los hechos sigue erosionando la tierra con plantaciones de coca, despoblando los campos con una tala indiscriminada de la madera, envenenando las aguas de los ríos con los insumos químicos que utiliza “la industria de la cocaína”. Y cuando se ha echado al cesto de basura el texto de la Comisión Número 18 de la famosa “cumbre de Tiquipaya”.
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