De la galana pluma de Gastón Cornejo que saca a luz su alma de poeta en la evocación de amigos queridos, todos ellos conocidos nuestros y que consiguen despertar efluvios de pesar y de congoja:
“TRISTEZA”
EN MEMORIA DE JULIO VILLARROEL ANTEZANA, EDGAR VARGAS CALVIMONTES, FREDY LEONY REQUE , RAMIRO LUJÁN WILSTERMANN, MAURICIO ARTERO RIVERO, ENRIQUE LEVY MERUVIA.
En la hora silente del anochecer, es preciso lograr un paréntesis a los afanes políticos, requiero una detención de latidos, un espaciado retardo en el bullir de la sangre por los circuitos, para traer a la memoria del corazón, para glosar con sentimiento los perfiles humanos de mis amados seres, ausentes para siempre.
La tristeza invade mis espacios al considerar lo inexorable de su ausencia, de su viaje a ondas etéreas remotas, a un arcano donde el Dios infinito guarda su presencia, en la inmensidad del cosmos.
JULIO VILLARROEL ANTEZANA.- Llega oportuno al hospital el Maestro Julio, me solicita, con su habitual parsimonia, la colaboración precisa para efectuar una cirugía a cielo abierto. Le ayudo y aprendo, sus gestos son precisos, definidos. Relevantes sus diagnósticos, su arte depurado. Se le valora como el mejor entre colegas orgullosos de su arte, es querido y respetado, porque burila con el escalpelo tajos útiles, maniobras salvadoras. Sencillo y humilde es y de él asumo su nobleza y asimilo la prudencia con que emprende vuelos de alto riesgo para salvar vidas y seres.
Tranquilo en el transitar por los senderos de la amada ciencia y el arte supremos; en el quirófano o en la sala de pacientes, jamás expresa metafísicas ignotas, más bien predice, actúa y logra cumbres de docencia, de amistad y de maestría.
Me inició en la cátedra y me ayudó a cargar las cruces donde iban recostados los pacientes. Dirigió mi vida con solicitud de padre, por ello, en gratitud de discípulo agradecido lo retorno a mi presencia para llenarle de preseas y de halagos, a pesar del tiempo transcurrido.
Se fue apagando, dejándonos el camino abierto, amplio de experiencias; pero querido Maestro Julio, quedas en el corazón de quienes te admiramos, intacto, con tu rostro señorial, tu mirada desplegada al infinito y los cabellos de oro finamente ondulados.
Jamás te acompañamos indiferentes, tenía que munirme de herramientas creadoras, tenía que crecer bajo el alero de tu abnegación y de tus sanos consejos. Ahora, después de muchas soledades, quedas en sosiego descansando; tu combate concluyó y en raudo vuelo te elevas al seno del Creador, con la frente ceñida de laureles. Al despedirte, en este adiós preñado de tristezas, te mando mis saetas de amor y de respeto.
EDGAR VARGAS CALVIMONTES: viejo amigo, compañero de la senda emprendedora y el camino de la madurez existencial, llegan por fuerza los pasajes compartidos, los recuerdos conjugados desde el inicio de la vida y el desafío de la formación universitaria. Cuántas cuitas entre ambos, cuántos triunfos y dolores no expresados.
Tu rostro de artista, se llenó de prematuras arrugas y hebras de plata, conocimos tus pesares, la cruz personal prendida en impronta de dolor sobre tu pecho, pero artista consumado, jamás perdiste la postura de comediante genial y dramaturgo, otorgando jocosidad y sabiduría a tus discursos. Una fina ironía cargada de sonrisas irradiaba calor y plenitud en los mensajes, por eso y por la pureza de tu alma, te admiramos con delectación y te amamos con verdadero sentimiento, jamás olvidaremos tus afectos.
Por el hijo cirujano que controlaba tu ensoñación y tus latidos supimos que el aire enrareció en tus ansiosos suspiros, detuvo tu palabra y nos privó de maravillas.
A ti querido Edgar, mi gigante de espíritu, “elefante” de antaño en plenitud de valores, va mi abrazo sollozante, mis lágrimas quemando el rostro. Resucita a nuevas atmósferas, respira profundo llenando el pecho de nuevas victorias.
FREDY LEONY REQUE: voz de seda de sonora de ave valluna, jilguero, alondra, ruiseñor de mi valle y de mi tiempo. Desde pequeño distinguí tu vuelo y tu cariño. “Orfeón 12” fue tu reino y tu eco vibrante, diste señorío al conjunto coral de selectas voces varoniles y regalaste armonía en plenitud de pasajes y de cánticos. Un día, maldito día, la parca se enseñoreó en la interioridad de tu sustancia para brotar violenta en siembra de dolores y pesares. No quise despedirme por que cualquier día, volveremos a poblar paisajes, comentaremos nuestras comunes vivencias de alegría, y entonaremos a dúo, cánticos de sagrada eucaristía como antaño en la capilla del colegio, evocaremos, en logrado arpegio, el Himno al Niño Jesús de Praga y a San Juan Bautista de la Salle.
Un simple abrazo, una toma de manos cruzadas bastará para saber que floreció nuestro amor de hombres cabales. Hasta entonces, goza del Dios de amor, de la ternura que aprendimos desde pequeños.
RAMIRO LUJÁN WILSTERMAN. Figura humana de amplios horizontes, supiste burilar con maestría especializada en los sentidos; de sublimado conocimiento, la acústica fue tu campo de experiencias, lúcido tu actuar en la intimidad de las membranas y tejidos, en el crisol de los recónditos pasajes aprendiste a trabajar como ninguno, rehaciendo telares, vibraciones, ondas sonoras, para ingresar a la profundidad del telencéfalo maduro y como Dios terreno, asegurar con sabiduría: ¡Hágase el sonido!
Llegó el término de tu esforzado camino, se cortó en forma abrupta sin aura ni premonición alguna cual sobreviene el colapso de las fuerzas naturales desatadas. Tranquilo y callado partiste a descansar y quizá a emprender nuevos desafíos entre especialistas de sabio conocimiento, "otorrinos" del Paraíso practicantes.
Ramiro, colega cirujano, gracias por devolverme el sentido, por permitirme oír a la Patria en su mensaje, en su himno natural, en la santidad sostenida del alma indígena, en las ondas profundas y sonoras de Nuestra Bolivia.
MAUICIO ARTERO RIVERO. Hermano en la espiga del trigo y la cebada. Así, apaciguado fermentó nuestro cariño, sencillamente, hasta equiparar la dimensión de seres temporales y los conocimientos de pericias diferentes; más tarde, nos reencontramos maduros en selecta amistad de distinguidos vocablos y expresiones pletóricas de simpatía compartida. Tu vuelo sideral postrero me llegó sin previo anuncio y una herida floreció en mi pecho al saberte silente, viajero para siempre sin posible retorno. Lleva mi corazón en tu equipaje para que también vaya contigo el amor que desde niños nos profesamos sin oratorias precisas ni coloquios postergados.
ENRIQUE LEVY. Viejo maestro del derecho y la prestancia, del sabio actuar y de la estupenda dramaturgia en viejas obras de arte regionales. Tu castellano puro destacó siempre en el decir de todos los juristas de tu tiempo. Observé al viejo músico don Teófilo Vargas deleitarse con tu recitativo y con tu canto. Acompañaste solícito a mi padre moribundo, hasta el último sollozo, hasta el vago aliento en el que exhaló su vida. Tu pena se confundió con la mía y desde entonces, árbol provecto, distinguí tu figura y tu nobleza.
Grande entre grandes de San Simón, tu alcurnia presidía los Consejos y daba resonancia a la atmósfera académica en las aulas. Nadie presumirá de tal grandeza porque fuiste un Caballero honrando la majestad del Alma Mater y un cruzado feliz de la nobleza.
Al evocar la vida de excelencia de los amados que partieron, concluyo estremecido de pesar y de tristeza. Embargado de angustia, retiro mi visión de los telares políticos que enturbian el camino de grandeza de Nuestra Bolivia, para degustar la angustia y despedir a los míos, reitero pensativo evaluando sentimientos, los míos muy amados.
Así termino mi oración de Miserere, casi en silencio, resignado a quedar aislado y herido en la batalla, desfallezco y paréeseme morir también, pero frente al desaliento al combate voy, prosigo el desafío que el azar prendió en mi sino, a la mortal derrota o a la victoria perenne del espíritu.
GASTÓN CORNEJO BASCOPÉ
SENADOR DE LA REPÚBLICA
MOVIMIENTO AL SOCIALISMO
COCHABAMBA 17 DE SEPTIEMBRE 2007
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