El presidente Evo Morales se presenta como la única garantía de la estabilidad social de la democracia boliviana. Asegura, en ese sentido, que ningún líder de la oposición está en condiciones de garantizar la tranquilidad y la paz en el país. Por ello, el mandatario considera que la alternancia es una mala idea de los neoliberales que quieren volver al poder, lo que justificaría su continuidad en Palacio Quemado después de 2019, cuando termina su mandato constitucional.
Si el futuro de un país y de una democracia depende de una sola persona, estamos por mal camino. Las hegemonías derivan normalmente en poder centralizado y autoritarismo. La estabilidad en sus diversas expresiones es patrimonio de todos los bolivianos. Después de la larga noche de las dictaduras militares, Bolivia conquistó la estabilidad democrática a fuerza de resistencia, votos y diálogo. Después de la galopante hiperinflación de los años 80, todos tomamos conciencia de la imprescindible ortodoxia en materia financiera. Gastar más de lo que producimos nos lleva al abismo.
Después del periodo de la polarización y los bloqueos, los bolivianos tomamos conciencia de que no se puede construir país destruyendo vías y obstaculizando el paso de los otros, tirando por la borda la gobernabilidad y la paz. Después de la exclusión de los indígenas y las regiones, la mayoría de los bolivianos respaldaron la construcción de un Estado Plurinacional más incluyente y más estable para todos. Pero todas estas formas que adquirió la estabilidad en la democracia boliviana no son patrimonio ni dependen del futuro político de una persona. Los gobernantes son administradores del poder público y ese poder se otorga con plazos y límites muy concretos. Hacernos creer bajo una estrategia del miedo que el futuro de un país depende de una única persona o un único partido político es sentar las bases del autoritarismo y el sectarismo.
Evo Morales se equivoca. Bolivia es mucho más que su mandato de gobierno, mucho más que un proceso político y económico de cambio. Lo demás es repetir el eterno discurso de los sectores más conservadores y reaccionarios que –históricamente– reclamaban que todo quede tal como está en función de mantener intactos sus intereses particulares. La responsabilidad de los políticos, sean estos oficialistas u opositores, es ofrecer horizontes de certidumbre y de esperanza sobre los asuntos públicos. Soberbia y miopía es pensar que son los únicos que pueden realizarlos. La alternancia es fundamental para que la democracia funcione
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